martes, 21 de mayo de 2013

La religiosidad del Cerro de la Cruz


La historia del Cerro de la Cruz, icono geográfico de identidad de Tlajomulco de Zúñiga, está basada en una serie de actos religioso y de fe, algunos hoy inconclusos y otros en peligro de desaparecer.

El Cerro debe su nombre a la Cruz de madera, que se ubica en su parte más alta, que decidieron colocarla ahí a mediados del siglo pasado los habitantes de la Cabecera Municipal, por temor a fenómenos naturales, como un vigilante de religiosidad hacia todo el pueblo, incluso a otras poblaciones del Municipio.
Por Aarón Estrada


Es por ello que cada amanecer de 3 de mayo, día de la Santa Cruz, decenas de familias asciende hasta lo alto de este cerro, en compañía del sacerdote del pueblo para efectuar la misa en honor a esta celebración religiosa.

Niños, mujeres y ancianos en su mayoría, caminaron por más de mil 400 metros de una planicie cotidiana para los que cada año realizan esta procesión, con la excepción de que en este año, el camino era más sinuoso, negro, lleno de tizne y naturaleza muerta, por los recientes incendios registrados en semanas posteriores.

A las ocho horas del viernes 3 de mayo pasado, con la presencia de 80 personas se efectuó la misa, todos a pie, pues no había espacio para el descanso entre la planicie de este monte ubicado a más de dos mil 600 metros sobre el nivel del mar.

Lo enigmático es que se efectúan una misa en honor a la Santa Cruz, en una fecha en que la Cruz no se encuentra en ese sitio, pues como es una tradición, el Domingo de Ramos la cruz es bajada a Tlajomulco, donde visita varios hogares, la reparan si tiene algún desperfecto y es subida hasta un domingo después a la celebración del Día de las Madres. El ascenso es una tradición que iniciaron hace décadas los hermanos Miguel y Alfonso Parra y tras su partida, cada año se suma menos gente para acompañar el ascenso de la cruz hasta la parta más alta del cerro.

Este año, salieron de la calle Ocampo en su cruce con Porfirio Díaz a las 15 horas de domingo 12, como lo marca la tradición, rumbo al cerro, apenas iban unas veinte personas, pero conforme fueron acercándose al camino que conduce a lo alto del Cerro, llegaron más familias a acompañarlos.

La Cruz, que sobre pasa los dos metros de altura y pesa más de 52 kilos, fue montada en el hombro de cada uno de ellos, como lo hiciera hace más de dos mil años Jesús de Nazaret, fue ascendida paso a paso con intercambios, cada tantos metros, se descansaba y se rezaba cada uno de los cinco misterios, unos en perdón de sus pecados, otros por los que no están, uno más para sus enfermos y familias, otros para dar salud y bienestar a quienes suben cada año con la cruz.

Ramón Tatengo, uno de los participantes en esta procesión, indica que desde la partida de Don Miguel Parra, esta tradición se ha venido perdiendo, “Hace cuatro años, cuando me sumé a esta voluntad, apenas éramos unos cinco, duramos hasta tres horas en subirla, ahora vemos más familias, pero no es nada comparable con lo que se veía hace años”.

Otros añaden, que en los años ochenta se hacían verbenas populares durante el domingo de ascenso de la Santa Cruz. En esta ocasión, apenas fue un rosario, acompañado de agua, naranjas y bebidas hidratantes, “Esta tradición se ha estado perdiendo, son de las que más se ha dejado de difundir en el pueblo, desgraciadamente nadie quiere cargar ya la cruz”, reconoció Ramón.

Aunque el ascenso acompañado de rezos dura aproximadamente 45 minutos, el descenso, suele ser el más riesgoso para adultos mayores y niños, por lo precipitado y estrecho del camino, sin embargo, en este año todo salió bien librado.

Dentro de este mismo cerro, en la parte baja, se encuentra un terreno el cual desde los años setenta posee en comodato la Arquidiócesis de Guadalajara, para la construcción del Templo de San Francisco de Asís, que en 1996 fue incluso bendecido por el cardenal Juan Sandoval Iñiguez y fue colocada la primera piedra de esa obra, pero por falta de consenso entre los dueños de predios vecinos, quienes no han cedieron un espacio para ingresar a ese lugar, dicha obra quedó en el olvido.

La obra asemejaría a un Templo del Calvario, como el que se levanta en el cerro de San Miguel en el municipio de Lagos de Moreno, según el proyecto original, pero a casi cuarenta años de ello, la obra quedó inconclusa y el único espacio ceremonial de este cerro se ubica en lo alto de superficie en la Santa Cruz, que aseguran, protegen y vigila al pueblo de Tlajomulco.

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