viernes, 20 de agosto de 2010

Caridad cristiana y homosexualidad

Por Mario González León

Ser representante de una religión en cualquier país del mundo exige prudencia y valentía, pues no siempre las constituciones son acordes a los valores morales que representa, es por ello que la prudencia para decir las cosas tiene una alta estima en la iglesia católica, para evitar enfrascarse en problemas diplomáticos cuando estos son innecesarios, pero también se requiere de valentía cuando se legisla en sentido opuesto a los principios que representa, sin importar las consecuencias que ello implique.

De no existir ese doble carisma en los ministros de la iglesia, la lucha en contra de la esclavitud y la explotación humana hubiera tenido un destino muy diferente en los países latinoamericanos. Aunque en esos años les costó, además de la persecución gubernamental, la excomunión de la iglesia católica. Con todo en contra, hubo varios clérigos que impulsaron la lucha armada, Miguel Hidalgo el más sobresaliente para México.

Ahora el cardenal Juan Sandoval trata de vestirse de héroe, señalando con palabras que han provocado la ofensa de jueces, magistrados, gobernantes, partidos políticos, grupos homosexuales y gran parte de la sociedad civil, lo que a su juicio se está legislado en México en contra de los valores de la fe católica.

A saber, el reconocimiento en todo el territorio mexicano de los matrimonios de personas del mismo sexo. Un día después también se aprobó la posibilidad de estos matrimonios pudiera adoptar. A las autoridades les molestó que dijera “Ebrad se maiceó a los magistrados”, asegurando actos de corrupción entre la máxima autoridad judicial y el jefe del gobierno del distrito federal. A los grupos homosexuales y sociedad civil les molestó cuando dijo “¿A ustedes les gustaría haber sido adoptados por un par de lesbianas o de maricones?”.

El hecho fundamental en este caso sigue siendo el reconocimiento legal para los grupos con preferencias sexuales diferentes a la mayoría; En cuanto a la acusación de corrupción, eso lo dejo en los tribunales, pues no tengo elementos que me den certeza para apoyar a ninguna de las dos partes y él dice sí tener las pruebas para comprobar lo que dijo. Que lo resuelvan en la corte. Aunque de entrada me parece difícil “maicear” a quienes perciben más de 5 millones de pesos al año de sueldo.

Independientemente de los principios morales que pudieran regir estas declaraciones, en los cuales cada quien tiene la libertad de pensar y creer lo que guste, quisiera reflexionar sobre la autoridad moral para emitir esos juicios y hacerlo en el “tono” con que se hacen.

Presuponer que una persona, simplemente por el hecho de ejercer prácticas sexuales diferentes a lo común, son “malas”, indignas y con ese sólo hecho han ganado el fuego eterno, me parece injusto y muy lejano de la caridad cristiana que dice predicar. El trato otorgado a estas personas resulta opuesto al mostrado por Jesús con María Magdalena, a quien pudiéramos equiparar con los homosexuales de hoy, sólo por el hecho de sus prácticas sexuales diferentes y no por algún otro motivo. Creo que si los textos bíblicos hablaran de algún homosexual, el trato de Jesús hacia él sería muy diferente al que hoy hace Juan Sandoval con ellos.

Permitir el matrimonio entre ellos no significa fomentarlo, si esa fuera su preocupación. Como es el caso de permitirles la adopción, que en la mayoría de los estados siguen sujetas a la previa aprobación del DIF y tendrían que pasar por un sinfín de pruebas por demás difíciles de superar, aún para las parejas heterosexuales. Por como se dan las prácticas de la adopción actualmente en México, creo que de darse una adopción en fechas recientes en estas condiciones, será más por revancha política –dada la idiosincrasia de los políticos mexicanos- que por convicción humana, gracias a las declaraciones del cardenal.

Por otro lado, la formación de una persona fuera de la familia tradicional (hombre-mujer, unidos en matrimonio), es la iglesia misma quien inició a fomentarlo al extraer de ese núcleo a quienes aspiran al sacerdocio o a la vida consagrada, pues a temprana edad (11-12 años) se ven integrados en una comunidad de personas de un sólo sexo, entre los cuales no son extraños los homosexuales –como la iglesia misma lo ha reconocido-.

Suponer que formar a un niño fuera de la familia tradicional es sinónimo de asegurar su perdición, es tanto como decir que llevárselos al seminario o al convento también lo es. Lo cual no creo.

Conozco infinidad de niños que la única manera de que puedan ser felices es formarlos fuera de su familia, también conozco homosexuales con alta calidad humana, fieles seguidores de los principios de cristo.

Si hizo bien o mal el cardenal en sus declaraciones, soy el menos indicado para juzgarlo, pero creo que al menos el tono en que dice las cosas podría ser más apegado a la caridad cristiana que dice predicar.

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